Barrio Cantarranas, viviendo la contingencia desde la periferia
Fecha: 18/06/2020
Autor: Andrés Ríos
El barrio Cantarranas, de Belén, lleva este nombre porque Roberto Arango, personaje originario de este sector, hacía alcohol Cantarranas, lo que hoy se conoce como norteño. Este señor moreno, es oriundo de patriarcas chóferes de buses, es el pionero de un lugar donde prácticamente todos son familia, hasta entre primos como dice el dicho.
Usted identifica el sector porque está entre Buenavista y Zafra, sube por un puñado de escaleras donde ve en una casa los campaneros de la banda los pájaros, jóvenes adolescentes que informan y dependen de Hugo pájaro, líder de la banda que dirige los hilos de la organización desde la cárcel.
Estamos en alerta naranja, asegura una habitante del sector, quien prefiere reservar su identidad por seguridad, al principio algunos se han recuperado porque lograron conservar el empleo, aunque han habido otros que no. Para mí, este no es un sector tan deprimido, pero de continuar esta situación, sí la sentirán los que viven en este barrio. Eso sí, aquí ya estamos invadidos de venezolanos, que esos sí son del rebusque, trabajan hasta con el que los explote por un peso.
Y como no querer ocultar su identidad, si por un chisme los «muchachos» calientan e intimidan al que sea, supuestamente decían que ella era informante de Los Chivos en este sector, eso hizo que vinieran a apretarla a la casa; sabiendo que ella no se mete con nadie. Los chivos son la otra banda delincuencial con la que se disputan la renta del microtráfico, las vacunas y el control territorial entre Belén y el corregimiento de Altavista.
«Con lo de los 160 mil pesos yo salí favorecida de la Alcaldía de Medellín, por acá subieron rectificando cédulas, me dijeron que era beneficiaria en el programa Medellín Me Cuida. Los funcionarios me mostraron que tenía derecho en una lista, pero hasta el sol de hoy el dinero no me lo han entregado», aseguró esta habitante.
Sin embargo, entre el coloquio entre matronas una respondió, «a mí sí me llegó, como a otros que conozco que les llegó el subsidio, pero usted sabe que en eso se maneja mucha cosa, por eso tal vez a usted no». Entre ellas comentan que sí llegaron funcionarios, pero que pasaron de afán, como quien dice: «al que le tocó, le tocó; y al que no, no».
Subiendo desde Cantarranas hasta Zafra, aparece el sitio donde varios de sus habitantes afirman sin vacilar que está ubicada la fosa con varios cuerpos de personas asesinadas por los pájaros, hasta algunos bromean con algo tan serio, diciendo que en las noches por ahí les jalan las patas. Más para arriba está el tanque, sector donde se presume que estaban criando unos cocodrilos para comer humanos.
La protagonista oculta de esta historia, es una heroína más de la periferia de Belén que creció en la calle, todo el mundo la reconoce. Ha trabajado en la discoteca Mangos haciendo aseo en los baños, hasta en los moteles de La Raya, vendiendo en la calle, haciendo aseo en las casas y en todo lo que toque.
Sabe que le tiene más miedo a los comparendos, que hasta la supuesta pandemia, como lo dice ella. No le queda más que seguir en el rebusque para sostener a su familia, por eso concluye: «En esta pandemia, en lo que uno está pensando es en plata, yo quisiera hasta irme a cualquier país del extranjero, a la supervivencia». Mientras hay unos que sufren en silencio, se observan menores tirando piscina en la terraza de su casa, gente escuchando salsa a todo volumen y queda una escena repleta de contrastes… entre risas y penas como suena la canción.
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