De Venezuela a las laderas de Medellín
Foto1: Leobaldo lamos y su familia Foto2: Daniel Medina
Fecha: 26/04/2017
Por: Andrés Ríos
Daniel Medina es un venezolano que salió de su país por la crisis económica y política que afronta su nación. Él recuerda que llegó a la ciudad de Medellín con una maleta llena de ropa; para ese entonces, pesando cerca de 75 kilos porque no comía tres veces al día y su alimentación se limitaba a comer: pan al desayuno, pan al almuerzo y, a veces, pan a la comida.
Ahora está pesando 90 kilos, trabaja haciendo “marañas” o en lo que resulte para subsistir, y así extrañe a su hija que está en Venezuela, dice que se siente feliz en la ciudad, pese al frío; en comparación a los 47 grados a los que estaba acostumbrado en el Estado de Zulia, en Caracas.
“Mi situación mejoró con respecto a cómo estaba en Venezuela, si estuviera allá me hubiese desaparecido. La comida no la conseguía, cuando veo los supermercados aquí digo «Venezuela era así, ahora ya no tiene nada». Hasta las lágrimas se me salen recordando eso, porque el país no era así”, contó Medina.
Él se pregunta ¿Por qué migración se niega a darles el permiso a trabajar? Cuando llegó a la ciudad no tenía nada, una señora le regaló una cama y ahora vive con tres venezolanos más en una casa en la que pagan arriendo de 230 mil pesos al mes en el barrio Golondrinas, de la comuna ocho (Villahermosa), donde calculan que en el sector residen cerca de 80 venezolanos más.
Situación similar vive Leobaldo Lamos con su esposa y su hijo. Llegaron hace diez meses a la ciudad y no han comprado nada, él asegura que gracias a la acogida que han tenido aquí ya tienen nevera, cama y televisor sin haber tenido que comprarlos; es por la solidaridad de la gente.
Incluso, no ha estado en Medellín ni una sola semana sin trabajo, ha vendido tenis, donas, trabajó en un restaurante y también laboró indirectamente con un camionero en Falabella, porque no tiene papeles ni seguro y en este momento trabaja con una sociedad de perros calientes.
“La situación en Venezuela era que la cosa donde yo trabajaba no alcanzaba para nada, solo alcanzaba para tres días. No podías comprar una llanta o un pañal por la inflación, por eso me vine hace un año. La devaluación de la moneda está demasiado dura, un día compraba una libra de arroz en tres mil y al otro día valía cinco mil. A la siguiente semana aumentaban la cuota”, aseguró Lamos.
Tanto así que una señora venezolana que vive con ellos, al escuchar la conversación dijo esto: “Hace un mes que yo llegué y llevaba una semana de hambre en Venezuela, la cosa está durísima, nadie se imagina lo que pasa allá. Yo le decía a mi hija que nos devolviéramos para el país y me respondía: «mami, a Venezuela no»”.
Leobaldo recuerda que primero los chicos en su país solo se sentaban a hablar de deporte, ahora hasta los adolescentes se sientan hablar de la situación política y social que vive la nación; una anécdota muy diciente de lo que pasan los vecinos.
“Por tu cabeza no puede pasar lo que sucede en Venezuela. Inclusive es más duro de lo que lo muestran los medios, porque los medios te venden que no hay nada, pero no pasan la situación de gente que pasan tres o cuatro días sin comer. En Venezuela si un 70% de la gente come, come una sola vez al día. Aquí a veces se hace difícil, pero aunque sea, ya mis hijos comen y tienen pañales, lo que me preocupa es que mi hijo no está estudiando y que no tienen acceso a la salud”, concluyó Lamos.
La situación no es tan estable para otra gran parte de la colonia venezolana que habita la ciudad, pues la lideresa comunitaria de Golondrinas, Liliana Agudelo, relata que el diciembre del año pasado (2016), falleció un niño venezolano de neumococo.
“Lo más importante es que una autoridad se ponga las pilas a trabajar en el tema porque si los venezolanos siguen llegando, aquí se va incrementar la pobreza. Ellos están llegando a las laderas porque ellos sienten que aquí nadie los va a molestar, que están seguros y que los vamos a recibir, lógico que sí, pero en estas laderas es donde más población vulnerable hay: porque es donde hay más desempleo, problemas de salud e inseguridad. Si les pasa algo son NN”, afirmó Agudelo.
Asimismo, manifestó que ellos temen que Migración los deporte, por lo cual está problemática ha permanecido invisibilizada todo este tiempo.
“Migración sabe lo que está pasando, pero ellos se hacen los de la oreja mocha. Lamentablemente esto ha derivado en prostitución y explotación, esto generará más pobreza y empleo informal. La situación se va a poner crítica, nosotros somos muy acogedores, pero eso es deber del Estado”, aseveró la lideresa comunitaria.
Pese a que establecimos contacto con el director de Migración Antioquia, Wilson Patiño, aseguró que el tema se está manejando desde Bogotá y que por eso no está autorizado para hablar al respecto. Sin embargo, el año pasado le dijeron a un medio local que Medellín tenía cerca de 1300 venezolanos. ¡Ayyy chamos!
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