La lírica de Vélez Nay por la minería ancestral en el nordeste antioqueño
Fecha: 10/11/2020
Por: Andrés Ríos
Dos años y medio tenía José Adonay Veléz cuando el ELN (Ejército de Liberación Nacional) mató a su padre por detrás. Seis meses antes del homicidio le habían dado catorce tiros, pero, como era brujo, no lo pudieron asesinar. Sin embargo, en esta ocasión le asestaron una bala cruzada que lo dejó sin vida, y a su hijo sin figura paterna. A pesar de ser un bebé en ese momento, hoy, a sus 35 años, aún lo recuerda, al igual que el momento que lo cambió para siempre: su papá lo estaba cargando en su tienda, cuando llegó el guerrillero a pedirle una maicena para que lo descargara a él… solo lo vio caer en frente de sus ojos. Todavía lo tiene presente en su memoria.
“Desde niño yo he crecido con un sentimiento claro, pero el sentimiento malo, pa’ la mierda yo lo saco. Yo he aprendido a ser verraco y en esto yo me destaco, con micrófono en la mano yo la vida le relato. Porque esto lo hacemos con empeño y disciplina, son muchos años preparando la rutina”, suena la canción de Vélez Nay, Gritando revolución.
La vereda San José, la más cercana a Remedios (que está a cinco minutos), estaba conformada por trece familias numerosas (incluso, había una a la que le decían los veintes, porque eran como veintipico). Ahora solo hay una donde comienza y otra al final, donde funciona la hidroeléctrica. En ese entonces, muchas veces les tocó ver desde la casa cómo llevaban a algún señor y lo mataban.
De manera inconsciente ha resistido de todas las formas a la violencia, es ahora que es consciente de todo lo que tuvo que vivir. San José, de donde es oriundo el artista Vélez Nay y lugar que elegían los subversivos o los paramilitares para asesinar a las víctimas, ya desapareció. Se acabó a medida que la gente se fue huyendo.
Tras la muerte de su padre también tuvo que hacer el aguante, porque a su madre le hicieron firmar unos papeles, le quitaron su ganado y parte de la tierra, hasta un carro que tenía, y solo le dejaron seis hectáreas para vivir. Ella tomó la decisión de vender este lote, y al fallecer, a él le tocó sacar la cara por su hermana Aidé y su hermano con siete años; eso fue lo más duro.
En esos ires y venires, comenzó a rodar del timbo al tambo como las pistas de rap. Se fue a Valledupar a conocer a los otros hermanos de su padre, que en total son quince hijos. Un año estuvo trabajando en la calle, vendiendo telas y pregonando con el micrófono.
Después regresó a Remedios a trabajar en las minas, pero se estaba yendo por un camino enredado, porque encontró unas matas de marihuana y por jíbaro los paramilitares que se reinsertaron del proceso de Justicia y Paz (que estaban operando en la zona) le calentaron el ambiente. Pero la vida lo tenía para otras cosas, porque un amigo de Medellín prácticamente lo salvó al llamarlo para que se viniera a trabajar a la ciudad.
En Medellín aprendió la barbería, oficio en el que ya lleva catorce años y que le ha ayudado a conseguirse todo: ya tiene dónde vivir y con qué comer. ¿Que cómo ha resistido? La barbería y la música lo mantienen vivo, gracias a este dúo sacó la cara por sus hermanos cuando ni siquiera tenían donde vivir tras el fallecimiento de su madre por un cáncer.
Esa necesidad de expresar lo que siente lo llevó a la música, con la que busca cambiar personas, así como él cambió. Se siente en un 80% porque vive de la barbería y, aunque le gusta, para estar al 100% tendría que estar viviendo de la música, porque aún no ha sabido manejar ese negocio para poder vivir de él.
“No hay apoyo para la música contestataria o que critique al gobierno, si no apoyan el deporte o el baile, mucho menos van a apoyar algo que les esté dando duro a ellos. Incluso, una vez hice un evento para unas fiestas del oro y la minería en Remedios, no me hicieron un contrato. Me dijeron que me iban a dar una plata y me dieron la mitad. Después me demandaron porque dije eso en redes sociales, me tocó ir a fiscalía y así es con ellos, tras de ladrones bufones”, cuenta Vélez Nay.
Ser minero es algo que se va aprendiendo en esta subregión desde muy niño, porque siempre tienen como referentes a sus mayores, a su madre o a los vecinos que llegan con su casco, lámpara y con su moto grande saliendo debajo de la tierra. Mientras en municipios como Marinilla se vive de la agricultura en las montañas, en municipios como Remedios los mineros están debajo sacando el oro. Se presume que en el Nordeste de Antioquia hay más de 20 mil mineros que tienen como tradición este oficio, que cada generación acostumbra a seguir con el mismo destino, y en muchas ocasiones, dejan la educación a un lado así como le pasó a Vélez Nay.
“El gobierno estigmatiza al pequeño minero, al minero ancestral, dice que es minería ilegal porque las bandas están viviendo de la minería que ellos dicen que es ilegal, pero nosotros como mineros ancestrales siempre hemos existido, las bandas aparecieron después. Esas personas le cobran vacunas al minero ancestral. Cosa que si usted se niega a pagar lo matan, no es que el pequeño minero esté muy contento de estar pagando vacunas. Antes nosotros estamos abandonados por el Estado y visitados por personas que están cobrando dinero para poder trabajar. El gobierno no deja trabajar y enseguida dice que nosotros somos bandas delincuenciales y toda esa vuelta; esas bandas están aquí es por los procesos mal hechos de paz que se han realizado en la zona”, contexto del artista acerca del conflicto que caracteriza esta zona.
Por eso lo manifiesta en su canción: “Somos de Remedios y le gritamos al mundo que venimos de lo hondo respirando profundo, que somos mineros de tradición, que no somos terroristas, ¿eso quién se lo inventó? Somos de Segovia y le gritamos al mundo que venimos de lo hondo respirando profundo, que somos mineros de tradición, que no somos terroristas, ¿eso quién se lo inventó?”.
La historia comienza en 1852 cuando llegaron los ingleses a Segovia y pidieron un título minero, el cual el gobierno se los dio a perpetuidad, en agradecimiento por colaborar con la independencia de Colombia. Hasta 1976, que se aburrieron en la subregión, aduciendo pérdidas y por la situación social cuando las FARC y el ELN tenían controlado el territorio realizando homicidios, secuestros y otro tipo de hechos delictivos. Ante la deuda que tenían con los trabajadores, decidieron entregarles ante un notario en Nueva York, la empresa Frontino Gold Mines. Posteriormente, el Estado aceptó el Concordato Preventivo, que se dilató entre 1976 y 2004, hasta que el Estado decidió liquidar la empresa porque los ingleses se fueron y en pago por las deudas laborales les entregan la empresa a trabajadores y jubilados. En este año el expresidente Álvaro Uribe, optó por sacar la empresa a liquidación, aunque ésta ya había sido liquidada11.
Por eso va su rima en Barras de oro sobre los 1300 mineros que llevaron su caso ante la CIDH: “La riqueza de nuestra gente la vendió el presidente (Uribe) y nunca nos avisó siendo dueños con papeles. Son costumbres de cuatreros, tramposos, malolientes, que se inventan las leyes para así robar la gente. Aquí no estamos de acuerdo con la Gran Colombia Gold, ¿cómo quiere un porcentaje si nunca se lo ganó?”.
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Las administraciones locales no han sido visionarias y no alcanzan a ver los verdaderos proyectos que están reclamando sus habitantes. En el municipio de Remedios no tienen un acueducto nuevo (no pueden tomar agua de la canilla y deben comprarla en bolsas), ni una unidad deportiva en un pueblo minero por donde pasan líneas de Ecopetrol y ni siquiera hay una cancha sintética en un municipio donde se recibe una cifra considerable de miles de millones en regalías12.
Por eso este artista remediano entona su tema: “¡Basta ya! De tanta corrupción, sí ya tienen tanta plata ¿para qué tanta ambición? ¡Basta ya! De tanta opresión, sí ya tienen dinero, no más guerra por favor”.
Sus primero trabajos fueron como minero ancestral, hasta su ocupación como barbero la devenga de quienes trabajan en las minas, ante eso mantiene la crítica ante la Gran Colombia Gold por pedirle un porcentaje al pequeño minero en territorio que pertenecía a ellos, más allá de que reconozca que son una fuente de empleo para una parte importante de la población.
Al ver la manera que tienen los medios para cubrir la información está convencido de que deberían darle más voz a las víctimas, que en verdad son quienes han sufrido las consecuencias, que no han estado dando candela ni por allá ni por acá, volviéndose a parar una y otra vez porque los han desplazado y les han quitado todo. A ellos sí deberían entrevistarlos los medios tradicionales.
Por último, al referirse al proceso de paz con las Farc, manifiesta lo siguiente: “Yo estoy de acuerdo con la paz, como todos los que la queremos, pero le veo dos cosas al acuerdo de La Habana: 1) que no deberían haber comandantes en el congreso, hombres que han violado mujeres y que las mismas mujeres los están denunciando; renuncien a esa curul y denle eso a las víctimas. Yo sabía que muchos se iban a convertir en bandas, porque yo soy de Remedios, no se les olvide que aquí fueron varios grupos paramilitares los que se reinsertaron en la finca Bellavista, de esos salieron varias bandas que operan por acá o que operaron en esos tiempos. Disidencias de las Farc, disidencias de los paramilitares, eso mismo va a pasar si a esa gente no les dan trabajo porque ellos están enseñados a trabajar es con un arma”.
A él le gusta el humor negro, por ejemplo, si murió su abuelita y a ella le gustaba mucho el tinto con guaro, entonces vamos a tomar de eso. Para él es claro que todos debemos reírnos de todas estas tragedias, porque, a lo bien, si se la toman muy en serio terminaríamos por allá en las Farc o en otras partes que no convienen. Ahora se siente del rojo, con poca felicidad (risas). Para él, los rojos son petristas y los del verde son uribistas.
Lo que mejor lo define, es su propia letra: “José entonado camina feliz, bien preparado conectando el chip, tiene tumbao y anda mil, luchando para sobrevivir. Así como José entonado, habemos muchos en la vida, que nos toca guerrear, pa’ salir pa’lante, papá”.