La politización de todo | por los derechos humanos

La politización de todo

Ahora que se vienen unas nuevas elecciones presidenciales, les queremos compartir esta columna de opinión del periodista, Orlando Sierra, quien debido a su gran labor periodística cuestionando la clase dirigente del departamento de Caldas, fue asesinado el 30 de enero de 2002.  En víspera de que viene una época electoral fuerte, les queremos replicar esta opinión que consideramos es una radiografía del país.

 

La politización de todo

 

 

La educación, la salud, el deporte, la cultura, los medios de comunicación y muchas ONG están siendo invadidos por la plaga mayor de nuestros días, la politiquería. La gente en este país tiende a confundir la indiferencia con ser apolítico. En rigor no existen los apolíticos. El indiferente, aquel al que le da lo mismo ocho que ochenta, presta su indiferencia a la causa de los bandidos del poder y por esa vía no es más que un cómplice de ellos. Lo es por omisión.

Y lo peor es que la indiferencia de los presuntos apolíticos, permite que la politiquería expanda sus tentáculos. Tan serio es el tema que ahora se le suma a la sisa en las compras, las cuotas para los directorios, los porcentajes en las licitaciones. El hecho es que se metió también a los despachos de algunos fiscales, jueces y magistrados; a las rectorías de colegios y los salones de clase; a los consultorios médicos y odontológicos; a las oficinas de ingenieros y arquitectos; en la Acción Comunal y entre los jueces de paz. Una peste.

De manera que la mala noticia para los indiferentes que creen mantener la política lejos debido a que no se meten con ella, es que la politiquería está a su lado; infiltrada en sus asuntos. Y es terca y persistente. Entra en la onda hertziana de la radio; se cuela de rondón como noticia en la televisión; va de la mano de algunos columnistas de prensa genuflexos. ¿Lo sabía? Por si no, lo entero de que los politiqueros pagan periodistas para que los ensalcen; para que confundan la opinión o para que difamen a los demás. En Manizales hay muchos de esos.

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La politización de todo, no genera más democracia; genera más corrupción. De modo que los indiferentes; los que creen que dejando pasar las cosas por un lado en nada les afecta, van mal. «Soy de palo y tengo orejas de pescado», dice mi hija cuando le hablo de un asunto que no le gusta. Sin embargo al final la realidad se impone. ¿Qué es entonces la indiferencia? La madre de la mayoría de nuestros males. Ya lo dijo Martin Luther King: «Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena».

Haro Tecglen, en su diccionario político dice que la política «tiende a asimilar todas las ramas del saber humano y, muy especialmente, las de la ignorancia humana». Y esa ignorancia es pensar que haciendo lo del avestruz, clavando la cabeza en la arena, se aleja el peligro. De manera que si seguimos dejando hacer a quienes han demostrado que no les asiste voluntad de servicio, sino de beneficio, ya podemos ponerle de una vez color al futuro: negro.

¿A qué viene esta perorata? A que debemos ser conscientes de que han hecho agua muchas instituciones políticas y que viendo que la barca se les hunde, quienes las han manejado están aferrándose a otras para sobrevivir. Por eso se afanan por todos lados. Buscan hacerse con el poder en las universidades, en Confamiliares, en las instituciones deportivas que aún les falta por penetrar, en los escenarios de la cultura donde no han tomado asiento. Su estrategia es infectarlo todo, inocular su veneno en todo, ser amos no sólo de sus terrenos ya yermos, sino de los de sus vecinos

 

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En Caldas las evidencias son mayúsculas al respecto. ¿Por qué, por ejemplo, es tan regular la calidad académica oficial, por no decir mala? Elemental, porque hace rato no se nombran a los mejores profesores, sino que se hace una distribución perversa en la que antes que prime el conocimiento, priman los votos. Profesores barquistas por acá; yepistas por allá. ¿Cuántos maestros de verdad hay entre ellos? Seguro que muy pocos. De mal principio, no se puede esperar un buen fin.

Cuando la Constitución habla de que todos somos iguales ante la Ley y que no habrá discriminación por el credo que se profese o el partido en que se milite, la raza a la que se pertenezca o la cultura que se tenga, lo que quiere decir es que en un escenario democrático, tiene que haber las mismas posibilidades para todos. En nutrición, en salud, en educación. Pregunto: ¿Será que tienen las mismas posibilidades de formación los estudiantes de las escuelas y colegios públicos con profesores nombrados políticamente, que los estudiantes de las instituciones privadas? No. De manera que desde el principio las posibilidades son inequitativas y por tanto la desigualdad antes que estrecharse, crece.

Por eso no sólo en esta tierra; en todo el país, hay que combatir la politiquería. Ella es tan nefasta y destructora como el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono que conmovió al mundo. ¿Exagero? Allá murieron seis mil personas; acá han llevado al hambre, al ostracismo, a la ignominia, a muchos miles más. De modo que Osama Bin Laden, o quien quiera que cometió el atentado contra Estados Unidos no es precisamente más terrorista, que nuestros terroristas del poder. ¿Será que les declaramos también la guerra?

 

Tomada del libro Puntos de Encuentro.

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