La riqueza natural, social y cultural que perdería Cocorná con las microcentrales
Autor: Luis Villabrado Duque.
PROYECTO MOLINO SAN MATÍAS: REVISTA UNO
Compartimos el trabajo del maestro, Luis Villabrado Duque, en el cual investiga la riqueza natural del municipio de Cocorná, relata su historia y cuenta sobre las posibles consecuencias que podría sufrir con la implementación de las hidroeléctricas o microcentrales.
Vía principal del poblamiento del Molino; paisaje general del entorno.
Recuperación de la memoria cultural:
Introducción: La recuperación memorística y de la oralidad, de las veredas de influencia de los
proyectos El Molino y San Matías, localizados en jurisdicción de los municipios de Cocorná y
Granada, se ha diseñado de tal manera, que los lectores puedan según sus percepciones
personales o su curiosidad, realizar un recorrido por la historia de sus veredas, la
fragmentación de sus territorios, o los cambios significativos durante los últimos 50 años y en
algunos casos desde la década de 1.930 que fue crucial en el desarrollo moderno de Cocorná y
que afectaron sensiblemente las comunidades en el contexto municipal, tanto urbano como
rural.
Destacamos en este trabajo la noción de “conjunto veredal”, porque permite una visión
integral de la configuración de las territorialidades rurales desde lo socio-cultural, lo histórico y
lo parental. Además de algunas crónicas sobre los habitantes, las instituciones que las
permean, como la escuela, la acción comunal etc., y en los días que corren las micro centrales
que se emplazan en estos territorios de manera ostensible a las comunidades rurales de los
entornos donde se construyen estas empresas; con estos pequeños aportes a las comunidades
y desde luego en connivencia con las autoridades locales y nacionales pretenden mitigar el
impacto de depredar nuestras riquezas naturales, con un simple aporte de cierta manera
asistencialista, en lo que se ha especializado el estado colombiano; sin embargo la
multinacional que construye en Cocorná asegura que vienen desarrollando una serie de
programas a través de sus planes de Manejo Ambiental para la mitigación de los impactos que
se pueden generar con su construcción; en aras de la investigación he recibido sus informes
con beneficio de inventario.
La historia oral, las entrevistas, los conversatorios informales y la observación etnográfica,
harán posible el acercamiento a la vida de la localidad y a la forma particular como sus
habitantes enfrentan el presente y trabajan para construir escenarios de futuro; este proyecto
que será entregado a la comunidad en forma de revista, tendrá la participación y el aporte de
sus pobladores, de las entidades y organizaciones que permean las veredas, para el
conocimiento de su historia, sus tradiciones y los temas que son concomitantes a la tradición.
Esta publicación es una manera de devolverles a los habitantes de estas veredas y porqué no a
Cocorná en general, un patrimonio que está oculto en la memoria de cada uno de sus
habitantes y de los distintos momentos de su historia, para que sirva de material de consulta a
quienes les interese.
Cocorná es una tierra fértil en aguas con sus 4 grandes ríos: El Cocorná, el Santo Domingo, el
Rioverde y el Calderas y cerca de 150 afluentes entre grandes y pequeños; uno de esos ríos
medianos hace límites con el municipio de Granada, el San Matías, que figura en los inicios de
su historia y es un eje a lo largo del cual se ubican las veredas El Viadal, El Molino, el Chocó, Las
Playas, Santa Bárbara, Campo Alegre, San Juan, La Peña, La Inmaculada y que hoy son veredas
que están dentro del entorno de la micro-central Molino-San Matías, enmarcadas en este
proyecto. En este marco histórico-geográfico, se ubican dos hitos de la historia de Cocorná: La
antigua carretera a Granada que atraviesa desde 1.937 estas veredas, y cerca de su entorno
geográfico el camino de la Roca que fue el primer paso de los arrieros que forjaron el progreso
de este municipio.
Las PCH: y la asistencialista proyección social:
Las PCH o pequeñas micro centrales, son proyectos hidroeléctricos, que los técnicos llaman
hidroeléctricas a filo de agua, porque lo que hacen es tomar el cauce de pequeños ríos,
conducirlos por el sistema de túneles hasta una casa de máquinas, donde empiezan a generar
energía; luego el cauce lo regresan a la cuenca natural, con un mínimo costo en el impacto
medio-ambiental, salvo los desajustes que generan las infraestructuras físicas, que incluyen
movimiento de tierras, vías de acceso y otras.
Conjunto veredal “El Chocó”:
Comprende las veredas El Viadal, Chocó, Las Playas,
Quebradona, Campo Alegre, Santa Bárbara, San Juan, San Antonio, La Peña, ubicadas en el
Nororiente de Cocorná. La historia de estas veredas se remonta a finales del siglo XIX y
principios del XX, cuando habitantes de Santuario y Granada iniciaron el proceso de
colonización. De allí vienen los apellidos, Gómez, Giraldo, Aristizábal, Montoya, García entre
otros.
Los primeros cultivos fueron la caña, el café, el plátano, la yuca, el maíz y el fríjol. Cuentan sus
pobladores que lo que primero favoreció el poblamiento fue la construcción del camino de
herradura que unía a San Carlos, Cocorná y Granada, por el cual pasaban las mulas cargadas de
madera extraída de las montañas de San Carlos, por tanto fue uno de los primeros caminos de
arriería de Cocorná; en el año de 1.938, llega la carretera Cocorná – Granada-Santuario que
facilitó el comercio entre los pueblos y esto hizo que muchas viviendas se construyeran a lo
largo de la carretera, constituyéndose en un eje de intercambio vecinal y veredal.
Unas veredas han dado vida a otras, en un proceso de expansión y poblamiento. La vereda El
Chocó, es la más antigua; allí se multiplicaron las familias dando origen a otras como El Molino,
que se creó hace ya cerca de 80 años; de esta surgió Campo-Alegre y de este Santa Bárbara;
San Juan dio origen a La Peña. Estas veredas tienen una topografía y una estructura socio-
espacial relativamente homogénea; se encuentran en un mismo territorio, habitadas por
parientes y con una historia común.
La memoria de sus habitantes se remonta al proceso de poblamiento como en este testimonio
de 1.989: “Los primeros pobladores de Viadal eran de Santuario y Granada: Pacho y Julio
Giraldo; ellos le vendieron a mi papá y este le dio parte de sus tierras a los hijos; así esto se fue
llenando de familias que necesitaban una escuela, entonces todos nos asociamos en convites
para su construcción; nos reuníamos en la fonda para vender y comprar nuestros productos”.
Así parcela, escuela, fonda, organización y relaciones de vecindad, son elementos básicos de
referencia veredal; adquieren singular importancia para los campesinos y se van constituyendo
en hitos identitarios.
La parcela:
Las relaciones de parentesco, de compadrazgo, de amistad y de comunidad de
origen, crean sentimientos de pertenencia y lealtad muy fuertes. Desde la parcela se han
compartido ritos familiares, convites, romerías, que son lazos duraderos, desde las prácticas
asociativas, pues con ellas han construido, escuelas, capillas, canchas deportivas, han reparado
caminos y carreteras.
La fonda caminera, que fue el eje de la vida rural de principios del siglo XX; la fonda caminera,
que dio cobijo y refugio a muladas y arrieros, justo cuando despuntaba el alba republicana, de aquellos hombres venidos de más allá del hondo mar; y que con sus primos vascos y asturianos
y con ellos los descendientes de los pueblos originarios de Cocorná, los ágiles y veloces
Tahamíes, con alma de titanes; armados con el hacha de filoso borde, un machete que
cortaba ramas como una espada toledana, hicieron un claro en el bosque umbrío; espantaron
serpientes y lagartos; exorcizaron con sus rezos duendes y fantasmas y clavaron cuatro
estacones para levantar un rancho de vara en tierra y señalar el lugar donde empezarían a
construir su sueño: la fonda caminera; primer paso para enfrentar la selva milenaria, brava y
sombría.
Y la primera entonces de estas en la región del Chocó fue la de don Tiberio Aristizábal; luego
más arriba en el Viadal, estaría “Rancho Verde” escenario también de muchas tardes-noches
dedicadas a la conversa y la rememoración de pasadas aventuras, de muchos que trasegaron
caminos y veredas en busca de progreso; en busca de un lugar donde construir sus sueños
“Fondas camineras construidas con cabuya y estaca; el albañil, un maestro de tapia y teja,
levantaría los planos de la casa grande, con una arquitectura sobria, decorosa y atractiva;
cepas no muy profundas, muros en barro de setenta centímetros de espesor. Las casas de
balcón exigían vigas de roble y comino, tendido de caña brava, capa de greda, y tejas de barro
cocido, en una mezcla libre de dos estilos: el tejado español y la tapia de nuestros artesanos
chibchas, mezcladas con lata de guadua, bosta de vaca y arcilla gredosa.
(Manuel Mejía Vallejo, La Tierra éramos nosotros)
A la orilla de una fuente cantarina; en la explanada para abrir el potrero donde pernoctarían
las muladas y por donde su mente intuitiva les diría que por allí pasaría el progreso de
Antioquia, comenzaron a construir esas bellas casonas de estilo español.
Veinte años más tarde con sus doce hijos, yernos, nueras, padres ancianos y esposas
abnegadas, aquel sueño sería una realidad. Siguiendo la trocha del indio, el colono construyó
el camino, tal como habían construido los romanos las grandes calzadas de su inmenso
imperio, cubiertas con piedra plana. La casa tenía un amplio corredor en redondo; arriba las
habitaciones de la familia; abajo, la fonda con graneros, estantes, garabatos para colgar las
enjalmas, y expuestos los productos para la venta: tabaco, jabón de legía, aguardiente, y un
tiple colgado de un clavo con qué animar las noches de serenata y coplerío, de cuentos de
aparecidos y de hiperbólicos relatos de aventuras; amplios zaguanes para almacenar la carga
por la noche, que cincuenta años más tarde, aún tendría el olor de las enjalmas en sus
vetustos corredores y quizá el fantasma del último de los arrieros. Al frente el patio de las
mulas un amplio cuadrado en piedra, donde descargaban los animales después de largas
jornadas que a veces cubrían las primeras horas de la noche; más allá un enorme potrero
donde podían pastar por la noche; los arrieros descansaban sobre las enjalmas; allí dormían;
allí jugaban a la baraja española; allí rasgueaban su tiple y sobre ellas recostaban a sus
morenas para amarlas en las noches al calor de un aguardiente”.
De Cruces al Magdalena Villabrado Luis duque V Ed. Odín 2010
La historia
En 1928, don Manuel Tiberio Aristizábal y su esposa doña Evangelina y un
hermano del primero, se hicieron dueños de un lote y construyeron la primera casa; había un
camino de herradura que tomaba por el Molino, bajaba al rio san Matías y seguía para santa
Ana en Granada. Por este mismo camino, venían productos de san Luis y san Carlos para los
mercados del santuario, Rionegro, Marinilla y Medellín. Como allí en la casa de don Tiberio era
el descanso, se convirtió en fonda caminera, donde se alimentaban y dormían, los que por el
mismo camino llevaban los novillos para el sacrificio en santa Ana.
El nombre: Cuentan los de mayor edad que, había en la finca de don Antonio Hoyos, a pocos
pasos de la fonda, un árbol muy grande llamado “chocó “de donde dieron el nombre a la
vereda. Otros dicen que también se llamó “chocó” por el cultivo en grande escala de una
variedad de maíz llamado chocó; y cuentan otros que habían unos bejucos llamados “chocó”
los cuales producían alergia al contacto con la piel. La historia se confunde a veces con la
leyenda y aparecen en la tradición oral de los pueblos, diversas maneras de contarla en
relación con los orígenes del nombre de un lugar geográfico; este fenómeno se ha dado en
todas las sociedades, pues la crónica de los hechos históricos es muy posterior a los
acontecimientos mismos; hay lugares, civilizaciones, países e incluso grandes imperios del
pasado cuyos nombres han terminado el leyenda: Para poner solo un ejemplo de los muchos,
en el Perú existió un imperio anterior a los Incas llamado “El Imperio del Tahuantinsuyo” o los
hijos del sol, de donde procede la leyenda del imperio incaico, aquel que construyó la primera
carretera panamericana por el sistema de postas que asombró a los cartógrafos europeos o
como el imperio de los mayas y aztecas que crearon el calendario azteca cuya precisión
sorprendió a los matemáticos del viejo mundo.
No nos asombre entonces, que el origen del nombre de muchos de nuestros lugares
geográficos cocornenses, se pierda entre las brumas de la historia, pues nuestro municipio no
obstante que tiene una historia tan antigua como que sus primeros pobladores indígenas, que
anduvieron por nuestros montes, cumbres y cañadas desde hace once mil años, nuestra
historiografía es bien pobre; ni siquiera hemos escrito las crónicas de pasado reciente.
Los patriarcas: Don Tiberio Aristizábal, y doña Evangelina Montoya: En el lugar de la que
podríamos llamar la esquina, o la curva central del Chocó, a unos pasos del puente de San
Bartolo, donde cae una de las más bellas cascadas de Cocorná, se ubicaba una de las pocas
casas rurales de estilo republicano, pues debe haber sido construida en este estilo
arquitectónico por las décadas del 20 al 40; allí vivieron durante muchos años don Tiberio
Aristizábal y su esposa doña Evangelina Montoya, a quien todos llamaron por el diminutivo de
doña Angelina y fueron los dueños de la tienda que surtía a la región aledaña; pero además
fue también fonda caminera, en la definición que estas tienen en la colonia, es decir una casa
donde cupieron las mulas en sus potreros y pesebreras y los arrieros, con carga y enjalmas en
piezas y corredores; que fue tienda y fonda, bodega y lugar para el descanso y la tertulia.
Describir a esta pareja de habitantes del Chocó, es hablar de todo un emblema de lo que
fueron los primeros pobladores de este sector de Cocorná; aunque también se habla de otros
antiguos habitantes como don Alfonso Aristizábal, Antonio Duque, Nacianceno Aristizábal,
Tiberio Gómez y otros.
Encantadores en la conversación, dueños de un bonhomía y un señorío que convirtió al Chocó
en uno de los lugares de caminata y tertulia para muchos cocornenses; don Tiberio
especialmente, tenía un sentido tan alto del buen humor, que se volvió proverbial su manera
de contar chistes y anécdotas, pues antes de hacerlo por lo general soltaba una carcajada
estentórea, lo que producía hilaridad a sus interlocutores.
Su deseo de servicio a la comunidad, lo convirtió no solamente en líder natural de la región,
sino que fue también consejero y orientador de sus paisanos.
Su esposa doña Angelina siempre tenía una sonrisa, y se desvivía por atender a todo aquel que
llegaba de visita o de paso; nunca faltaba una colación, o incluso un plato adicional en la mesa
de estos buenos anfitriones para atender a quien llegaba.
Bonohomía: Relativo a la persona buena
Estentórea: Carcajada fuerte y ruidosa
La arqueología o el camino de la prehistoria: Entre los poblamientos del camino de la roca,
por los pueblos originarios de Cocorná y la colonización por las familias de don Francisco
Manzueto Giraldo, hace más de doscientos años, se iluminó un pueblo y se oscureció un
cosmos; y entre esos dos avatares históricos, median más de ocho mil años; inciertos los
primeros al no contar con una crónica de los hechos de aquella sabiduría de nuestros primeros
habitantes, que apenas hoy empezamos a descubrir, en tumbas de hipogeo que yacen
enterradas en el subsuelo patrio; que nos hablan a través de escrituras cuneiformes; de
figuras zoomorfas y antropomorfas; que se vislumbran entre los cuescos cerámicos del marrón
inciso; pueblos antiguos que vivieron entre los bosques milenarios y sombríos a las orillas del
Yuma el río madre; cuyos primos desde el Río Bravo a la Patagonia vivieron entre volcanes de
fuego y pirámides acezantes; que domesticó la agricultura antes que Europa se civilizara; del
que nos robaron su inmensa cultura y que desde hace 500 años buscamos entre los rescoldos
de la ceniza de sus templos quemados en el altar de la ambición; cuyos restos humean en las
alturas de Cuzco, allí donde Túpac Amaru y su corte fastuosa, deslumbró a ese cuidador de
cerdos que fue Francisco Pizarro, antes de masacrar a los hijos del Tahuantinsuyo, o más allá
los héroes de Mapuche: Lautaro y Caupolicán pueblos que pensaron como los pieles rojas,
aquellos que aprendieron el arte de escuchar el susurro del viento entre las hojas y que
aprendieron a amar la tierra como a la madre que nos da todo.
El recorrido de este camino prehistórico
“Corresponde a la zona donde se ubican las obras civiles de los proyectos hidroeléctricos El
Molino y San Matías, los cuales están localizados de manera contigua, sobre la margen
derecha de la cuenca del río San Matías, límite oriental del municipio de Cocorná con el
municipio de Granada; en jurisdicción de las veredas La Inmaculada, Los Mangos, Campo
Alegre y El Molino del municipio de Cocorná”
INFORME FINAL del Proyecto Molino San-Matías. ARQUEÓLOGOS: Jorge Iván Yepes Villada y Luis Carlos Cardona Velásquez.
Porque los espacios antropológicos, fueron en el pasado los lugares que ocuparon nuestros
pueblos antiguos y que se avizoran desde los albores de la historia, que nunca fue escrita pero
que hoy gracias a los nuevos conocimientos científicos de las ciencias como la arqueología y la
antropología, empiezan a mostrarnos una realidad socio-cultural, que desde esta perspectiva,
nos muestran estos espacios como construcciones culturales llenas de significados, porque
están cargados de señales pasadas y presentes reconocibles por sus habitantes, lo que los
constituye también en lugares de la memoria (Augé, 1993). Siguiendo de nuevo a Augé (1993),
los lugares refieren espacios cargados de sentido y significación cultural, y permiten a los
individuos identificarlos e identificarse a su vez en ellos y con ellos; para reconocerse y
reafirmarse. Lo anterior, remite a entender el espacio como dimensión a partir de la cual la
identidad se va constituyendo, lo que está relacionado también, con la posibilidad de
reforzarla a través de la continuidad de ciertas prácticas de interacción social cotidiana y de
identificación al interior y entre lugares (Cardona et al, 2011).
Hipogeo: Construcción subterránea excavada con techos abovedados
Acezantes: anhelante ansioso
Una síntesis de la antropología cultural: Si entendemos este ámbito de la antropología como
el tema que estudia al hombre desde sus costumbres, sus mitos y rituales, sus visiones
cosmogónicas, encontramos entonces en los informes de los antropólogos que están
esculcando el subsuelo patrio, con que en los lugares donde hoy se construyen las micro
centrales de Cocorná, que forman parte de los territorios ubicados en las orillas y bosques
cercanos de los ríos San Matías, Caldera y Cocorná, que allí habitaron desde hace 11 mil años
pueblos originarios que dejaron sus huellas cargadas de significados que hoy vislumbran los
investigadores; que tuvieron un dialecto, vestimentas y pinturas; rituales y mágicas
interpretaciones de su mundo, que hoy encuentran para los que saben discernir los mensajes
implícitos en el geo-espacio y que forman todo eso que nosotros hoy llamamos la prehistoria
de Cocorná, que hace muy pocos años no sabíamos que habían existido otros pueblos, un poco
diferentes a nosotros, que tuvieron un lenguaje y unos ritos que mañana serán rigurosamente
históricos, “Porque están cargados de señales reconocibles por sus habitantes (historias,
recuerdos, gentes, monumentos, ruinas, paisajes, rituales, etc), lo que los constituye también en lugares de la memoria (Augé, 1993).
Estas características de los lugares antropológicos, siguiendo de nuevo a Augé (1993),
refieren espacios cargados de sentido y significación cultural, y permiten a los
individuos identificarlo e identificarse a su vez con ellos, lo que remite a entender el
espacio como dimensión a partir de la cual la identidad se va constituyendo y tiene que
ver con la posibilidad de que quienes los habitan, perciben y usan, puedan
reconocerse y reafirmarse en ellos, lo que está relacionado también, con la posibilidad
de reforzar identidades a través de la continuidad de ciertas prácticas de interacción social e identificación mutua (Cardona et al, 2011)”.
INFORME FINAL del Proyecto Molino San-Matías. ARQUEÓLOGOS: Jorge Iván Yepes Villada y Luis Carlos Cardona Velásquez.
Habitantes prehispánicos:
En la vereda Campo-Alegre que originalmente fue parte de El
Molino, se han hallado algunos jarrones elaborados por habitantes de las familias indígenas de
la región; esto nos da la idea que en ese entorno en tiempos anteriores a la conquista y
colonización vivieron algunas familias pertenecientes a las tribus que habitaron el territorio de
Cocorná.
Los otros habitantes del bosque:
estos son algunos de los habitantes que conviven con el
hombre, que confunden su plumaje con los colores del monte, pero cuyos cantos son la
compañía del hombre, cuando se adentra por los caminos “donde el verde es de todos los
colores” como titula una de sus obras un gran ensayista colombiano; pero también hay los que
reptan, los que croan, los que chillan entre las lianas del monte, como una muestra de la
variedad infinita de la vida que se mueve, que se arrastra, que vuela o que se asoma
picarescamente por entre las ramas:
Miconia trinervia es una de las especies con mayor importancia ecológica para el bosque
denso
Especies comunes encontradas en la zona de la central de Molino-San Matías
Yarumo blanco, Guayabito de mico, Guadua, Mortiño colorado, Laurel,
Mortiño blanco, Fauna,
Animales: Chucha, Perico ligero, Gurre, Oso hormiguero,
Murciélago, tití gris, Marteja, Ardilla, Ratón de monte, Erizo, Conejo
Guatín, Guagua
Aves: Vencejo collarejo, Hadita coliblanca, Ermitaño verde, Barranquero canelo,
Pichí collarejo, Carpintero buchepecoso, Carpintero rabirrojo, Cucarachero,
Turpial, Chamón, Toche culiamarillo, Azulejo golondrino, Pinzón, Canario.
RELATOS DE CUENTERÍA:
Los espantos: El espanto del Molino: Entre las mitologías, leyendas y cuentos cada territorio
de la colonización española guarda en la memoria de sus habitantes, un acervo patrimonial
intangible de la lingüística de cada pueblo, que incluye los imaginarios sociales, las leyendas y
mitos que se van forjando en la medida en que los pueblos absorben las culturas que llegan a
sus entornos, para enriquecer las suyas y crear un fusión de imaginarios y de manifestaciones
que acomodan a sus propias cosmogonías.
Entre los habitantes de esta región de Cocorná, que comprende el conjunto veredal nacido del
“Chocó” están estos mitos y espantos del Molino:
Contaba un habitante del Molino, que hace muchos años, una noche cuando regresaba de
visitar a su novia, al cruzar el monte vio un ser muy difícil de describir; era tan grande y tan alto
que apenas alcanzaba a distinguir un rostro misterioso; caminaba como sobre unos palos y
derechos como si fueran zancos; un solo paso abarcaba una distancia de 20 metros o más;
contaba que lo persiguió hasta el cruce de los camino Chocó-Santa Ana y allí se desapareció;
de esos años, las gentes contaban que gracias a don Jorge López que construyó la primera casa
a la orilla del monte, ellos comenzaron a quedarse en las cantinas y tiendas del Chocó, pues
con la construcción de esta casa, los espantos del monte que según sus habitantes eran
muchos, se fueron y no volvieron a aparecer; ellos habían oído hablar de un enorme perro
negro que echaba fuego por los ojos; además cada que algún habitante se atrevía a internarse
por allí, se escuchaban ruidos, lamentos y otras señales de aquellos fantasmas de la noche que
siempre han habitado los montes; este sector era conocido como “El Alto de las Faldas”.
Dicen los antiguos que existió en tiempos pasados un mampiro (sic) chupasangre y que por las
noches salía un duende llamado Mermudez (sic), montado en una mula fumando tabaco y que
cuando la gente lo veía venir salían despavoridos para la casa esconderse y a rezar.
Cuenta otra leyenda, que una noche un habitante de la vereda venía montado en su mula,
cuando a la orilla del camino sintió el llanto de un niño; se bajó, lo encontró, lo metió debajo
de la ruana; volvió a montar la mula y al llegar al Chocó se arrodilló ante la imagen de la virgen
y se echó la bendición; el niño comenzó a llorar nuevamente, de pronto se alzó, comenzó a
echar candela por la boca y desapareció.
Otra leyenda cuenta que hace muchos años un carro se volcó en la quebrada la Trinidad y se
mataron las personas. Desde ese momento, los caminantes que recorrían este camino en las
horas de la noche, escuchaban quejidos y lamentos en el sitio donde había ocurrido la
tragedia. Otra leyenda de los nocturnos viandantes habla que a la escuela la habitan ruidos,
sombras y espantos.
Mampiro: Así le decían los antiguos al vampiro es un tipismo local de Cocorná
Relatos de guaquería: Hace muchos años, un grupo de jóvenes salió una noche a buscar
guacas, en un sitio donde salían espantos; cavaron durante toda la noche por la orilla del
bosque, sin encontrar nada; al amanecer cansados y decepcionados se fueron a dormir, pero
un habitante de la vereda que pasó por allí muy de mañana y vio la excavación, se asomó y Oh
sorpresa, a flor de tierra había una pequeña figura en forma de caballo de oro macizo.
Un cuento sobre “la Peña” con muchos años
Silvio Castaño
Cuentero Cocorneño
Nota: publicamos este cuento para la revista ya que hace referencia a un habitante de la
vereda La Peña del entorno del Molino.
MARCO TULIO ATEHORTUA DAZA
(Diciembre 31 de 1898) 112 AÑOS un desafío a la longevidad
Después de cabalgar tranquilamente sobre tres siglos (XIX XX-
XXI) y dos milenios; 8 hijos, 28 nietos, 63 bisnietos y 18 tataranietos; este hombre que aún
corta leña, lee la biblia, se baña sin ayuda y camina tranquilamente por la vida, sigue
desafiando a cualquier lógica, y aún erguido; apenas tembloroso, como esos robles añosos,
que de tanto ver las tempestades, se mecen tranquilamente al viento de la tarde.
Vino al mundo en una vereda de Cocorná, cuando expiraba el siglo
XIX y desde entonces ha visto llegar otras cuatro generaciones.
Trabajó durante cien años; trasegó veredas y caminos; se levantaba al cantar del gallo y
regresaba al bajar de la tarde pensativa; cada día se inclinó respetuoso ante el Creador para
iniciar la jornada con una oración.
Su mirada refleja el espíritu sereno de aquellos que han alcanzado la sabiduría.
En este Cocorná de hoy decenas de hombres y mujeres, encabezados por este campeón de la
longevidad; nativos de esta tierra de clima primaveral, cielos azules, aguas puras y cristalinas,
cuyas edades oscilan entre los 80 y los 100 años caminan rozagantes por calles y veredas:
Don Marco Tulio Atehortúa a sus 114 años
¡Ah dura que es la vida cuando uno no sabe cómo es la cosa! Vivía yo en las tierras de Cocorná
y un día decidí montar mi propio negocio, vendiendo baratijas por las veredas y recogiendo
historias como lo hicieron mis abuelos los arrieros, pa´ lo cual negocio, aperé una mula muy
buena que le había comprao A mi dijunto abuelo a don RUFINO MEJIA al que yo había oído
mentar. Al principio fue muy duro y después también; pero la mula me salió tan buena, que
era capaz de metérsele al río Melcocho aunque bajara chocolatoso y encumbrao.
Hombre es que a uno le pasan cosas que nadie cree y hasta piensan que uno es mentiroso;
pero un día iba subiendo al alto del “Lion”, arriando la mula y con un joto a la espalda con unos
pescaos que salieron enredaos en las espuelas, cuando me tocó pasar el río y que pesaban
como media arroba cada uno, y me encuentro a media subida con un hombre de mucha edá,
pero que subía tranquilamente y a buen paso ayudando en la trepada a otro paisano.
Me paré respirando menudito y voltiao pa´ otro lao
pa ´que no se notara la flojera y saludé a los paisanos:
¡Buenas y santas, las tardes! Yo soy Silvio Castaño, el nietu- é Carlos Calle y me está quedando
verrionda esta subida ¿y sus gracias cuáles son?:Y contestó el de más edá, porque el otro no
podía ni respirar: A Carlos Calle sí lo conocí y hasta le vendí una mula muy entucada y más
entrona que la mula de Juan Vélez el de Concordia y era así negra comu-esa que lleva; yo soy
Rufino Mejía el de la Miranda y voy pa´ Cocorná con este paisano que apenas con 60 sufre
ahogo y reo-matiz, pero como vive en la ciudá. . . bueno y usté cuántos cuenta don Rufino
porque mi abuelo murió hace muchos años; voy entrando a los 93. Y qués-lo que come que
está tan alentao: Arepa, maíz, yuca, plátano y frisoles, que yo mismo cultivo y que cocino con
agua de Rioverde; cacao de fruta y tocino de marrano que alimento con bellota y aguamasa y
estos aires de montaña; bebidas pa´las fiebres, la oración al Señor y mucha tranquilidá.
Pero si quiere ver gente verraca vaya a la Peña y pregunte por Marcos Atehortua, que tiene
112 y todavía enhebra la aguja y sígale el ejemplo pa que lo alcance en edá; báñese en los
charcos de guayabal, ahí a la entraita el pueblo o en los otros por todo el pueblo que esas sí
son aguas más benditas que las de malva; con decile que no solo es la edá su único secretico,
también la ralea que ha criao, porque esas aguas y este clima son tan saludables que hasta
Mariaparda se metió a esos ríos con las campanas de oro y todo pues pa buscar el secreto de
la longevidá.
Me picó la curiosidá y me fui a ver a don Marco Tulio y sí señor estaba jartando panela caliente
en la ramada y si no creen hay va la foto; me recibió como un viejo amigo, me invitó a guarapo
y entonces dije pa mi mismo:
Silvio, aquí en Cocorná es que
Usté se queda, jartando panela, comiendo arepa de maíz fino y disfrutando del clima
Cocorneño que es el mejor del mundo…
El patriarca y parte de su familia
La educación: En 1935, siendo concejal don Tiberio Aristizábal, se propuso dotar la región de
escuela. Entre don Antonio su hermano y el, donaron el terreno donde se construiría y con
ayudas de la cooperativa de municipalidades de Antioquia, los habitantes y otros, la primera
escuela fue construida en tapias y tejas de barro; su primera maestra fue don Edilma Arias y le
siguieron: Dolly Arias, Ana Guzmán, Carmen Rosa Pineda, Julia Rosa Quintero M, Rubiela
Giraldo, Luz Elena Montoya, Edilma Salazar, Guillermo Gómez, Carmenza Portillo, Mélida
Gómez, Ángela Jiménez, Olga Gaviria Soto, Blanca Margarita Ramírez, Lucia Ramírez, Rosa
Elena Zuluaga Ramírez.
En chocó, existió el mayor mercado de panela los días viernes, sábados y domingos. Los
arrumes eran inmensos y las muladas estorbaban por todas partes. La panela venía desde
Santa Ana, región de los Mangos, Playas, El Molino, Campo Alegre; este mercado murió y
apenas queda el recuerdo.
La carretera a Campo Alegre, fue una obra de don Bertulfo Castaño Castaño, venido de
Palmirita. No descansó hasta conseguir este servicio; de la misma manera se propuso
conseguir la escuela. Una vez hecha esta carretera, un poco más abajo del Chocó, se
construyó otra que va hasta Santa Ana.
El paradigma pedagógico:
En el Centro Educativo rural el Chocó se trabaja el proyecto de
ETNOEDUCACION con un lema que identifica a la escuela “Formando en el respeto por las
Diferencias” Esto implica que en esta escuela la Etnoeducación, no se reduce a un proceso
escolarizado únicamente, sino que advierte procesos desescolarizados – en escenarios
familiares, comunitarios, que teniendo en cuenta la multiculturalidad y la cosmovisión propia,
contribuyen a la construcción de una mentalidad colectiva, así como de imaginarios. La
Etnoeducación en este sentido, está ligada a la construcción de identidad étnico-cultural en la
escuela, rescatando los valores y principios propios de la región de acuerdo con su historia,
tradiciones, costumbres, situaciones de actualidad y visión de futuro.
El Centro Educativo orienta a los educandos bajo los postulados del modelo pedagógico y a
los alumnos de primaria se les orienta teniendo en cuenta los lineamientos que rigen para
Escuela Nueva, cuya pedagogía necesariamente es activa, pues el alumno es el centro y el
educador es el guía, amigo y orientador del proceso; se debe desarrollar en el educando el
deseo por la investigación y el auto aprendizaje.
Se impulsan los proyectos pedagógicos productivos con el fin de enseñarle al educando a partir
de la praxis, pues apunta a un desarrollo integral de los niños campesinos, partiendo de los
siguientes principios:
El aprendizaje se logra a partir de la actividad.
La promoción es flexible, pues el alumno puede avanzar a su propio ritmo de aprendizaje.
El Centro educativo se adapta a la vida del educando campesino.
Los padres de familia de los educandos deben participar en el desarrollo del programa
educativo.
Se instruye en el aprendizaje a partir de las distintas labores que se realizan en la institución.
Se orienta al alumno de la necesidad de que sea una persona socio-afectiva.
Aspecto social: La comunidad se destaca por ser muy sociable, acogedores con quienes los
visitan, se preocupan por los problemas de sus vecinos, e intercambian algunas veces sus
problemas y soluciones.
Los habitantes se reúnen cada mes para realizar el convite y llevar a cabo en las horas de la
tarde, la reunión programada por la junta de acción comunal; en dicho convite se priorizan las
necesidades y en este orden de ideas se trata de darles solución.
El centro educativo rural desarrolla acciones que forman al hombre como ser social, que hace
parte de una comunidad, por esta razón promueve las reuniones comunitarias, encuentros
interveredales e interinstitucionales, que favorecen la dinámica de la socialización.
Una crónica de la violencia: Jairo Alberto Gómez, una luz que se apagó, una historia
conmovedora: Escribir sobre las victimas que dejó el conflicto en Cocorná y en especial en esta
vereda del Molino, que terminó convertida en campo de concentración de las FARC, por
supuesto que es difícil y conmovedor; esta es una de esas:
Jairo Alberto Gómez Aristizábal era uno de esos seres que desde temprano dejan entrever una
personalidad bondadosa; nacido para servir, para entregarse a los demás con el alma de
quienes llegaron al mundo para ser buenos. Desde muy temprano mostró sus cualidades:
Alegre, comprensivo, dueño de una personalidad generosa; muy joven, con sus compañeros de
escuela y de colegio, creó el “grupo juvenil del Molino”, una asociación de jóvenes de la
vereda, que llegó a tener hasta 30 integrantes; se dedicaron a lo que mejor sabían hacer los
seres que vienen predispuestos para el servicio a los demás, en los territorios veredales:
recoger ayudas para los más necesitados, consistentes en mercados y donaciones en dinero
para entregarlo a los demás; acompañaban a los adultos a los llamados convites, que era una
antigua práctica de ayudar con el trabajo, a los vecinos en sus siembras o reparación de sus
viviendas.
Una vez al mes reunía su grupo y siempre iniciaba con una reflexión de orden espiritual, que
generó en sus amigos una gran simpatía por este joven líder, para influenciar benéficamente a
sus amigos; buen deportista, irradiaba energía y entusiasmo; un día llegó a su vida una bella
joven con la que contrajo matrimonio y tuvieron una preciosa niña; eso le dio inspiración para
crear un grupo dedicado a la familia.
Pero un día, hombres perversos, llegaron a la vereda y su liderazgo les estorbó tanto como su
buen ejemplo; lo sacrificaron una tarde-noche, triste y gris y apagaron una vida dedicada al
servicio de los demás, por los fanatismos de aquellos que sin pensarlo dos veces sacrificaron
una vida buena y generosa. En esa forma apagaron la luz de un hombre bueno, un amigo, hijo,
padre, esposo y líder de esta comunidad; dejando a su joven esposa completamente sola, con
una niña de 13 meses y embarazada de otra, que jamás conocería a su padre.
Pbro. Roberto Gómez Ramírez Hablar de él es como mencionar alguien diferente sabiendo
cuáles son sus raíces. Era de un hogar y familia sencilla, sus padres contaban con felicidad que
era un muchacho dedicado a sus estudios, buen hermano buen hijo y en la escuela donde
estudió cumplía con sus tareas; era un muchacho solitario que solo se concentraba en sus
estudios y en la lectura.
Roberto termino la primaria y se fue a vivir y a estudiar al hogar juvenil campesino, donde se
estudiaban dos años en uno y terminó el bachillerato de 13 años, e ingresó al seminario donde
fue ordenado como sacerdote lejos de Cocorná, pues pertenecía a la comunidad vicentina, que
se dedicaba a llevar el evangelio a las comunidades más apartadas de los pueblos; pocos
meses después de su ordenamiento celebró su primera misa en su tierra natal Cocorná con la
asistencia de familiares y amigos. Nacido en la vereda “El Molino” hace cuarenta años hijo de
don Teodoro Gómez Duque y Elba Margarita Ramírez Mejía; este joven sacerdote de la
comunidad vicentina que inició sus estudios en la escuela de la vereda, luego en el hogar
juvenil campesino de Cocorná, es filósofo y teólogo con pasantías en EE. UU; actualmente es
rector del seminario de los padres vicentinos en la ciudad de París; prepara su tesis para
acceder al doctorado en Sagradas Escrituras, en una universidad de altos estudios de
Jerusalén. Políglota habla además del español, francés, inglés, italiano, latín, griego y hebreo.
Las fiestas de la cultura veredales: Una apuesta por la paz:
Hasta hace unas pocas décadas, el campo colombiano en general, era
simplemente el lugar donde se producía la base alimentaria
del país y por ende de los municipios; los campesinos eran simples operarios del agro, que
producían frutos para alimentar a los habitantes de pueblos y ciudades; el entorno veredal no
tenía nada distinto al trabajo diario y permanente; levantarse con el canto del gallo y acostarse
en la tarde-noche.
En los últimos años las cosas han cambiado y las veredas han ganado protagonismo en todos
los ámbitos; hoy las veredas son el centro de la vida rural; allí se vive dinámicamente; en las
veredas, en la escuela, en los centros de poblamiento de las mismas, la vida es dinámica,
activa, social, cultural, deportiva y en ella se programan acontecimientos que colectivizan la
vida de las comunidades.
Por eso en las veredas hay fiestas: De la familia, del retorno, de la cultura, del deporte en fin,
fiestas para el disfrute y la sana convivencia; para el diálogo interveredal y comunitario.
Y una de estas apuestas por la convivencia, por el recuerdo de sus ancestros, para no dejar
perder la unidad familiar, es justamente el retorno, que nació como resultado de los
desplazamientos forzados por cuenta de los guerreros; hoy con una paz que se vislumbra en el
horizonte, los hijos de la vereda regresan cada año para recordar, para festejar, para alegrarse
por los logros de muchos, o incluso para solidarizarse con los menos favorecidos.
Las fiestas veredales están demostrando que son mejores “las armas de la cultura, que la
cultura de las armas”; esto es un enunciado de esperanza para las veredas, para las
comunidades y para la reconstrucción del tejido social, desde lo cultural, desde lo deportivo y
desde luego desde lo social.
Una referencia general a cada una de las veredas del entorno: Las veredas del entorno de la
PCH Molino-San Matías, se inserta en un territorio cuyas costumbres y tradiciones son las
mismas con algunas variantes muy sutiles que se han introducido al paso de los años, por
causas exógenas al conjunto veredal; pero en general el territorio del Chocó, sus veredas
aledañas y las que forman la cuenca del San Matías por los lados de Granada, tienen el mismo
contexto socio-cultural y fueron permeadas por las mismas circunstancias.
Chocó- Viadal- San Juan-La Peña-El Molino-Campo Alegre: Este territorio siempre tuvo
influencia de la antigua carretera a Cocorná, que se construyó en el año de 1937, cuando llegó
al parque; sus pobladores provenían de Santuario y en la esquina del Chocó se construyó la
fonda caminera de don Tiberio Aristizábal, convirtiéndose en lugar de llegada y descanso; por
allí confluían antes de la carretera dos caminos importantes: El Camino de arriería del sur de
Cocorná que partía del sector del río Caldera y que fue el camino de la madera pues por allí
sacaron la madera de la reserva de San Lorenzo para llevarla a Santuario-Marinilla-Rionegro,
centros comerciales importantes de la época; y la fonda era lugar de descanso de las mulas
antes del ascenso a Tiemblas; por allí pasaba el camino que venía de Santa Ana y sectores
aledaños y esto lo convirtió en una importante centro de comercialización de la panela, el
plátano y otros productos del territorio; por allí pasaban conducidos por expertos vaqueros,
los novillos que traían de Medellín para el sacrificio de fines de semana; el grito de los arrieros
con sus mulas cargadas de bultos de panela y racimos de plátano se escucharon durante casi
cien años en las madrugadas, en las tardes-noche: “Van llegando los arrieros/ a toldar cerca
del río/antes que la noche cubra/los barrancos del camino” “Arre mulas hijueputas” “malditas
mulas cansadas” era la oración de los arrieros; por allí pasaron los vaqueros con su eterno grito
“Vienen los novillos aeeeee y son muy bravos oeee”; sus mitos, cuentos y espantos son casi los
mismos en cada una de estas veredas; de allí son las palabras comunes de su coloquio.
De Vahos a Granada: El contexto histórico y cultural: El territorio del oriente antioqueño, donde
hoy está localizada Granada, fue descubierto durante el período de la conquista entre 1540 y
1560. El primero en llegar allí, fue Francisco Núñez Pedrozo; posteriormente arribaron Fernando
de Loyola, Diego de Carvajal y Francisco Martínez de Ospina; creándose entre ellos disputas por el
territorio recién incorporado a los dominios de la corona española.
Granada fue fundada en territorio de la jurisdicción de Marinilla, de propiedad de Don Diego
Muñoz de Bonilla y su esposa María de Alarcón, los que luego por herencia quedaron en poder de
Doña Sabina Muñoz de Bonilla. Hacia 1790 tenía un alcalde pedáneo (autoridad de un pequeño
núcleo de población, pedanía, dependiente de otro municipio o cabildo), dependiente del cabildo
de Marinilla.
En los albores del siglo XIX, vecinos de Marinilla y El Santuario, viajaron a la zona de Vahos, hoy
Granada, para establecer dehesas de ganado agrupándose cerca al río San Matías. En noviembre
de 1804 el Señor Juan de Dios Gómez Castro, pidió autorización a Don Víctor de Salcedo,
gobernador de la provincia, para construir una capilla en el paraje Las Vegas en una hacienda de su
propiedad, cerca al riachuelo de Santa Bárbara, autorización que fue concedida por el gobernador
Antonio Viana, por decreto del 20 de febrero de 1805, con licencia del Obispo de Popayán, Doctor
Salvador Jiménez. Dos años más tarde la obra casi concluida fue bendecida por el Señor Cura
Párroco de San José de Marinilla, Jorge Ramón de Posada, el 31 de Enero de 1.807.
En 1812 se decretó la creación de la parroquia que agrupara a los 834 habitantes, pero por las
guerras de independencia, esto no fue posible hasta 1818. El Doctor Jorge Ramón de Posada, fue
el coadjutor de esa nueva parroquia hasta el nombramiento del presbítero Francisco Javier
Gómez.
En 1814 los colonos, residentes en el paraje de Las Vegas, decidieron trasladar la capilla de dicho
sitio, hacia el lugar que hoy ocupa, denominado Vahos, que era propiedad de José Salvador de la
Serna, quien fue designado juez poblador. El nuevo caserío tomó el nombre de Santa Bárbara de
Lariza hasta 1903 cuando fue reconocida como Granada, por medio de la ordenanza expedida por
la Asamblea Legislativa de Antioquia.
El cargo del primer alcalde lo desempeñó Don Juan de Dios Gómez Castro.
Los linderos de esta población, en la segunda década del siglo XIX, eran: desde los nacimientos de
San Matías, quebrada abajo hasta encontrarse con el río de los Vahos, de allí cortando derecho a
los encuentros de el hacha y la Caldera; caldera arriba hasta los nacimientos, que es la Cordillera
del Páramo Cordillera Arriba a coger los resguardos de los naturales El Peñol; Cordillera arriba
hasta el primer lindero.
Granada estuvo hasta mediados del siglo XIX bajo la tutela administrativa y eclesiástica de
Marinilla; pero con las guerras civiles y los cambios políticos, las divisiones político –
administrativas variaron constantemente, para 1967 el corregimiento de Santa Ana fue erigido
como parroquia, siendo su primer Párroco el Presbítero Rodolfo Salazar Z.
Por ley del 16 de mayo de 1851 Antioquia fue dividida en tres provincias: Medellín, Antioquia y
Córdoba; a esta última pertenecía Granada, igual que la mayoría de las localidades del oriente
antioqueño su capital era Rionegro.
En 1863 el Presidente de la Confederación, General Tomás Cipriano de Mosquera, suprimió a
Marinilla como capital del Departamento de Oriente y la anexó a Rionegro. El Peñol asumió la
función de cabecera y a ésta le incorporaron a Granada, Guatapé, San Carlos, entre otros. En 1867,
durante el Gobierno Conservador de Pedro Justo Berrío, Presidente del Estado de Antioquia,
Marinilla y los demás distritos recuperaron su antigua posición hasta 1885, año en que Rionegro
surgió nuevamente como capital del Departamento de Oriente, formado por la mayoría de los
distritos de esa región, entre ellos Granada. Historia del municipio de Granada p. 168
Las Faldas-La Arenosa y Quebradona Abajo: Pertenecen al vecino municipio de Granada, antigua
Vahos, un colectivo que durante siglo y medio fue una apacible comunidad semi-rural de
comerciantes tan aventureros como sus primos de Santuario y Marinilla; uno de cuyos mayores
poblados fue el corregimiento de Santa Ana; durante muchas décadas Santa Ana fue un
corregimiento a donde todos los que vivían cerca querían ir para disfrutar de sus hermosos
paisajes, de sus gentes amigables y excelentes anfitriones; fue lugar de paseo y caminata de
muchos kilómetros a la redonda; en fin una comunidad que vivió entre sus montañas con paisajes
de ensueño, hasta que llegaron hombres disfrazados de revolucionarios y que no son más que
voraces guerreros sin más objetivos que vulnerar comunidades inermes y apacibles.
Sus veredas siempre fueron parte de su paisaje; sus tradiciones y memoria fue hecha para el
tranquilo vivir, salvo los espantos nocturnos, el canto del sinfín, las leyendas de aparecidos; la del
judío errante, la de las brujas que hacían ruidos nocturnos para espantar a los noctívagos
paseantes, que se adentraban en las noches por sus caminos en busca del tesoro del indio.
Noctívago: Que deambula por las noches
El San Matías el río que unió dos pueblos: Granada y Cocorná siempre fueron pueblos
hermanados por la historia, aunque en las últimas décadas hubiesen estado separados por
circunstancias socio-culturales; los granadinos se convirtieron en los últimos años en mercaderes
del mundo, aventureros del comercio, mientras Cocorná pervivía en la post-colonización de su
ruralidad.
Sin embargo un fuerte nexo se creó desde la segunda mitad del siglo XIX, por la cuenca del río San
Matías que figura desde sus orígenes como lindero y unión entre los dos territorios que recorrió
las últimas décadas y las primeras del siguiente siglo a lomo de mula que llevó las gestas de la
arriería a su máxima expresión.
Por el camino de Faldas, Quebradona abajo y la Arenosa, subían y bajaban las mulas para hacer
escala en la fonda caminera del Chocó, trayendo de sus regiones la dulce panela, el plátano, la
yuca y el maíz, para surtir los mercados de Santuario, Marinilla y Rionegro; pero allí donde don
Tiberio Gómez, descansaban antes de coger la subida a Tiemblas; y allí se encontraban con las
muladas de Juanito Vásquez (Cristo-viejo) que traía polines de madera de San Lorenzo, la Veta y el
Tagual, o las mulas de don Ángel Vásquez que arriaba su hijo Arcesio que aún se encuentra entre
nosotros; de regreso traían víveres de los mercados de Santuario y Marinilla para surtir las fondas
de don Pacho Soto, de Rioverde, la de don Rufino Soto y don Pacho Naranjo en los Limones; y
seguramente alguna vez coincidieron arrieros de la talla de don Gabriel Villegas o las de Kico
Vásquez de Agualinda.
La cuenca del San Matías el mayor afluente del Cocorná, iba a descargar sus aguas al Samaná muy
cerca de Puerto Nare; y por sus caminos subieron a paso cansino arrieros y mulas para unir dos
pueblos; hacia 1.873 ya existía un puente construido sobre el paso entre los dos municipios antes
que las hormigas “mondongas” se comieran las macanas que aseguraban las bases del puente; el
paso del San Matías hoy como ayer une estos dos pueblos, ayer por los caminos de la arriería, hoy
por los senderos del progreso.
Murciélago entre los que hay varias especies en el área del proyecto.
En los bosques y rastrojos del entorno Molino-San Matías hay gran variedad de aves.
Los pájaros cantores han acompañado al hombre desde siempre como éste.
Los reptiles también abundan como este pequeño basilisco de la región.
Deja una respuesta