Medellín: ciudad innovadora sin innovación | por los derechos humanos

  Medellín: ciudad innovadora sin innovación

El estudio que realizó Yamid López, director de Cedetrabajo, asegura que Medellín tiene el slogan de innovadora sin haberlo hecho, lo que avizora más una campaña de marketing político para vender la ciudad que realmente la producción de ciencia e innovación en la capital antioqueña.

El estudio comienza recordando que en 2008 se crea Ruta N, con el objetivo de instalar en Medellín el modelo de innovación y tecnología, emulando el Valle del Silicio en Estados Unidos.

Sillicon Valley está situado en el Condado de Santa Clara, 48 km al sur de San Francisco. Allí se desarrollaron el circuito integrado, el microprocesador y el microordenador, siendo así el corazón de la innovación tecnológica. Allí están además los orígenes de la ingeniería genética. En el valle se encuentran empresas como Facebook, Netflix, Intel, Apple, Yahoo y Google, entre muchas otras.

En la investigación que realizó el sociólogo español Manuel Castells, que dura más de 12 años, se concluye que, para crear un potencial innovador, deben confluir los siguientes elementos: un gran mercado de expertos ingenieros y científicos de la zona, financiamiento generoso, un mercado asegurado y el liderazgo institucional.  Sin olvidar, y este aspecto es relevante en la historia del Valle del Silicio, la industria manufacturera desarrollada: “Nuestro descubrimiento más sorprendente es que las viejas grandes áreas metropolitanas del mundo industrializado son los principales centros de innovación y producción en tecnología de la información fuera de los Estados Unidos”. Sucede con París, México, San Petersburgo y Berlín. El único caso que no cumple la regla es Nueva York.

Un ejemplo concreto es que a finales del 1988, el Estado norteamericano financió con tres mil millones de dólares la investigación sobre el mapa del genoma humano. En la historia de las revoluciones tecnológicas y especialmente la que vivimos, de impresoras 3d y robotización, ha sido la habilidad y ambición individual aupada por el Estado lo que dinamizó lo que se ha alcanzado.

Luego de hacer un contexto sobre lo que se requiere para ser una ciudad innovadora y sobre los modelos que se han llevado a cabo en el extranjero, el estudio de López trae a colación la situación que atraviesa el Valle de Aburrá.

En la ciudad existen personas de altísimas capacidades, no hay duda. Sin embargo, el contexto no parece ayudar. Medellín cuenta con 104 grupos de investigadores, de los cuales 45 hacen parte de la categoría 1A de Colciencias y deben luchar por un presupuesto que se reduce cada año, con el agravante de que el 50% se destina a becas de doctorado en el exterior, condonables por el Estado.

 

 

 

Las diferencias entre Colombia, Estados Unidos y el resto de países son notorias. Mientras que Colombia, en 1996, contaba con 70 investigadores por cada millón de habitantes, en el 2014 tenía irrisorios 152. Países con la misma cantidad de habitantes muestran abismales diferencias. Corea, 2.221 y 6.889. Singapur: 2.551 y 6.665. Y aunque en 20 años Colombia duplicó el número de investigadores, el propósito de superar a los países desarrollados es una exageración o, cuando menos, una ingenuidad.

No es posible desarrollar el modelo de Sillicon Valley si no es con financiamiento adecuado, respaldado por el Estado y el sector privado. En el Valle del Silicio, el 80% de los créditos de alto riesgo se destinan a empresas de tecnología y cuentan con el presupuesto, casi ilimitado, del Departamento de Defensa norteamericano. Es más, como ya se vio, ha sido el gasto militar del Estado el principal promotor de las revoluciones tecnológicas.  

En Colombia, la inversión en Ciencia y Tecnología, condición sine qua non para alcanzar un modelo de desarrollo basado en el capitalismo del conocimiento, no supera el 1% desde hace más de 20 años, mientras la media mundial es de 2,1%. Corea del Sur mantiene su inversión por encima del 2% y en los últimos años del 4%. El propio Juan Camilo Quintero reconoce la impotencia y rabia que produce el reducido presupuesto, aunque él y otras personas “nos levantamos a trabajar para que nuestro país sea más innovador”.

El presupuesto de Colciencias se redujo entre 2015 y 2016 de 335 mil millones a 270 mil, 20% menos. Aún más preocupante: el 10% del nuevo esquema de las regalías nacionales que se destinarían a las inversiones en Ciencia y Tecnología, claves en la formulación de estrategias y recomendaciones de la OCDE a Medellín, terminaron en las Autopistas 4G, a pesar de las críticas de los entes territoriales.

En los últimos años, Medellín destinó en promedio un insignificante 0,34% a la investigación y el desarrollo. La inversión, como se ve, no se compadece con la ruidosa publicidad desplegada por Ruta N. Es más, en los 10 años que lleva el distrito de Innovación en Medellín, la ciudad ha solicitado 150 patentes, mientras que San Francisco alcanzó 66 mil y Londres 25 mil.

 

La desindustrialización de la ciudad está más que probada por el Banco de la República, la OCDE y economistas independientes. El mercado fijo en la mayoría de los países son las empresas de la manufactura y las empresas militares, que absorben la producción innovadora. Medellín no solo carece de una industria altamente desarrollada, sino que sus desarrollos tampoco están ligados a la tecnología y a la ciencia.

 

Medellín Innovation es la manera en que la dirigencia de la ciudad pretende sepultar el modelo industrial que construyó nuestro pasado glorioso. Se enfrentan dos visiones: la innovación basada en la ciencia (Sillicon Valley) y la basada en el emprenderismo y los cursos de automotivación. Esta dicotomía la resolvió Francisco Mosquera hace más de 20 años: “A las muchedumbres desocupadas las consuelan pintándoles el paraíso de las actividades informales, como si recogiendo basuras, lavando botellas, fritando empanadas, ofreciendo baratijas en casetas callejeras o vendiendo limones, logre alguien contribuir al crecimiento material de la patria”.

 

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